No sabíamos como pero su fino tanga de Victoria’s Secret había decidido escalar su armario para coronar la punta de su puerta entreabierta, su risa lleno el pequeño ático al percatarse de la proeza de su ropa interior, Eva tiene esa manera de reírse que contagia y al cabo de pocos segundos ya no podíamos parar (de reír).

¡Esto se merece un cigarro! –exclamo mientras se mordía el labio para acercarse a robarme consentidamente un beso.

Con un rápido movimiento se dirigió contoneándose hacia su paquete de barritas de nicotina, que reposaba encima de la cómoda de la entrada, mientras yo estudiaba con la mirada el hermoso paisaje de su espalda por la que hace rato estaba viajando, hasta que la perdí de vista. Cerré los ojos unos segundos, al menos eso me pareció, pero al abrirlos y a ver su rostro sonriendo me di cuenta que había pasado más tiempo.

¡Bienvenido de nuevo! –me dijo a escasas respiraciones de mi boca.

Pagaría por saber que estabas soñando con esa cara –dijo poniéndose el cigarro entre sus perfectos labios rosados e intentando encender el cigarro.

Se te da mejor prender otras cosas con las manos –le dije mientras mi mano tocaba la suya para robarle el mechero.

¡Idiota! –soltó indudablemente.

El mechero se lo pude quitar sin apenas esfuerzo, pero el cigarro estaba custodiado por la frontera de sus besos y claro, ¿quién rechazaría una guerra con ellos? Eran extremadamente buenos en su trabajo, no dejarían perder el cigarro así como así, de modo que decidí idear la ofensiva perfecta, lance un certero beso que erro el tiro a propósito hacia la comisura de su lado izquierdo, para permitir abrirse camino hacia el sendero que abría paso a la tentación de su cuello.

Aproveche el camino que me sugería su piel erizada y su momentáneo despiste para colocarme detrás de ella, convirtiendo los besos en suaves mordiscos en ese nuevo terreno de batalla, mi mano empezó a recorrerla por su columna de suspiros con destino al precioso valle de sus pechos, recreándome a caricias por todos los recovecos que pude, cuando mis dedos llegaron a su destino pude ver como el cigarro empezaba a titubear levemente, todo lo contrario que su sensible pezón, que no dejaba lugar a duda a donde señalaba.

Aun así, el maldito cigarro no quería caer al precipicio de su entrepierna, así que mi mano continuo su viaje rumbo a su ombligo, su piel se iba erizando al paso de las yemas de mis dedos y algunos contenidos gemiditos preciosos me iban indicando que iba por el buen camino (para conseguir el cigarro por supuesto, no malpensemos). Llegando a la cima del monte de venus y paseando por las puertas de sus ganas, una profunda inspiración, seguida de un sonoro y delicioso…

¡Cabrón!

Hizo que se diera la vuelta amenazadoramente sexi, el cigarro cayó a poco nos importaba que parte de la cama, ya que murió atropellado por sus ganas y era imposible oponerse a ellas.

A veces una historia no necesita fuego, sino humo y piel. “Nicotina” nació de esa mezcla de deseo y humor que deja un sabor adictivo. Como la nicotina, algunos besos también matan… pero de ganas.

ByJG


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