Hace bastantes años, hubo una época en la que estuve meses con la cabeza procesando información a infinitas revoluciones por minuto, hacía pocos días que acababa de finalizar mis estudios (al menos durante un tiempo), pero no podía evitar seguir funcionando en piloto automático, siempre he sido así, absorbiendo y analizando cada pedacito de información que me llega, sinceramente me gusta tener siempre la cabeza enfocada en algo.

El problema es que en aquel entonces me había olvidado por completo de desconectar. De desconectar de verdad.

Así que decidí aparcarme en un bar tranquilo con el que tropecé a pie por las callejuelas de la urbe barcelonesa hace unos meses, suponiendo que buscaba eso, tranquilidad, relajación o al menos un pequeño oasis donde poner los pensamientos en orden y poder saborear un Macchiato doble con miel y canela por favor, que la camarera de ese lugar preparaba con tanto cariño como un pintor experimentado le dedica a su cuadro.

Esta vez no me llevaría ni móvil, ni portátil para escribir nada, si realmente quería poner en orden en lo que creía que estaba desordenado dentro de mí, debía evitar la mayoría de distracciones, pero por si no lo conseguía opte por llevarme un libro de aquellos que tienes empezados pero no acabas de terminar, así que Richard K. Morgan, era tu oportunidad…y lo fue.

¿Nunca os ha pasado que no entendéis algo por mucho que os lo expliquen? No acabáis de comprenderlo aunque os lo cuenten desde diferentes prismas, con dibujitos o con Legos.

Es frustrante, te sientes un completo idiota, todo el mundo lo entiende menos tú, hasta Pepinillos69 en Youtube te lo explica en un video de cuarenta y cinco minutos (con promociones incluidas), pero no hay manera…

¡Te maldigo en todos los idiomas Pepinillos69! Al final acabas desterrando el problema a cualquier infierno; pero de golpe, un buen día, lo vuelves a mirar por tu cuenta y ¡voilà!

Como una revelación, todo lo que no se anidaba en tu cabeza antaño, ahora lo ves tan simple que tú mismo te extrañas como no pudiste asimilarlo antes. Pues algo parecido me ocurrió a mí con la frase siguiente…

“Realmente los seres humanos somos unos mamíferos raros, se supone que somos simios inteligentes y sin embargo siempre queremos lo mismo, comida, cobijo, sexo y en todas sus formas, evadirnos.”

…solo que mi revelación llegaría más tarde y se llamaría Lucia, déjame que te cuente:

La boca aún me sabía a la explosiva mezcla de alcohol y sexo, una tenue luz que se cuela entre las horribles cortinas apunta a mis piernas entrelazadas entre las sabanas y el cuerpo de ella, su largo pelo negro me arropa el pecho, recorro su melena buscando el rostro de la propietaria y observo con cierta envidia el plácido sueño que disfruta mientras mi cerebro me martillea los pensamientos pidiéndome agua; aunque según la normativa de las borracheras épicas y su posterior resaca no debería acordarme de nada, me acuerdo de prácticamente todo, cosa que siempre he agradecido.

Recuerdo el primer beso cordial a las puertas de su cafetería, donde anteriormente me regalo su número de teléfono, recuerdo el precio de las entradas del cine y las sillas donde nos sentamos, también recuerdo las escenas de sexo edulcorado para quinceañeras de la película del tal Christian Grey, de sus labios brillando por el dulce de las palomitas que compartimos, de sus tiernos sonrojos, incluso puedo saborear de nuevo el vino blanco de la cena de después y el primer intercambio de saliva de nuestras lenguas.

Me acuerdo de las conversaciones contradictorias que iniciaron auténticas batallas dialécticas donde ambos dispararíamos nuestros ideales en una verborrea de opiniones donde no nos importaba quien tuviera la razón, ya que esa noche ambos buscábamos lo mismo, desconectar un rato del mundo, sin selfie de Instagram que inmortalice el momento, sin mensajes inoportunos de WhatsApp, sin que Google ni nadie sepa que, donde y como estamos, en definitiva, sin el maldito mundo.

Y así acabamos en su cama, sé que hubo sexo, pero no recuerdo si fue bueno o no, sé que me divertí con Lucia y…también sentía que tenía que salir de allí…

Estaba incomodo, con ella, conmigo, con Ozuna, no sabría deciros, no había logrado ni un objetivo de los que me marque el día anterior, quería ordenar mis pensamientos y al final acabé desordenando el cuarto de aquella chica.

Me puse con cuidado los pantalones o al menos lo intente, ya que el equilibrio no es muy buen amigo mío, así que la visita al congelado suelo fue inevitable; la bella durmiente llevaría una resaca considerable también, ¿si me escucho? ni se inmutó, así que decidí acabar de vestirme en el suelo para no tentar a la suerte, caerme de nuevo y sacarla de los reinos de Morfeo.

A punto de salir por la puerta di un último vistazo al (a parte de las cortinas) bonito loft de Lucia para verla allí plácidamente dormida y susúrrale para mis adentros una disculpa por irme así, nunca lo había hecho y me sentía aún peor por ello el escaparme de esa manera como si fuera el amante saliendo a escondidas antes de que venga su novio, cuando en realidad, ambos estábamos solteros.

Al menos le dejaré un mensaje” –decidí con mis estúpidos huevos toreros.

Siento la huida con bomba de humo, no quería despertarte” –fue la mierda más grande que se me ocurrió para escribirle en un Post-It rosa caoba.

Al salir del moderno edificio, tuve un largo rato andando hasta el coche y claro, un piensa…demasiado.

Realmente quería quedarme ahí, hacer lo de siempre, te levantas, te ríes, desayunamos una ración de sexo matutino entre café, zumo de naranja, tostadas con mermelada y una buena ducha conjunta. Pero el día fue muy bien, no conocía de nada a esa chica más allá de las últimas veinticuatro horas y quería que siguiera siendo así, ¿o no?.
Simplemente bailamos cada uno en el desorden del otro y fue divertido.

Sí, quiero que se quede en eso, sin ¿Qué somos? incómodos, sin querer dar siguientes pasos.”

*Beep, Beep* -me avisó el móvil que vibraba en el bolsillo de mi chaqueta.

El mensaje completo no os lo escribiré, me permitiréis guardarme algo para mí.

Pero si os explicare que Lucia me invitaba a volver a desorganizarnos en nuestro desorden otro día, sin más intenciones que pasar un rato divertido, sin segundas intenciones, simplemente compartiendo buenos momentos entre dos simios inteligentes que en algunos momentos de nuestra rutina buscamos solamente eso, evadirnos.

¿Y sabéis que? Me pareció una grandísima idea.

ByJG


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