Con amor… ¿o sin censura?
Esta semana había tenido suficiente de charlas de sexo, de parejas, de…en definitiva tantos puntos de vista con tanta información vomitada sin pretexto ni contexto, que era prácticamente imposible ordenar nada, sé que es el tema estrella; a todo el mundo le gusta vanagloriarse sobre ello, sabía que me apetecía escribir algo al respecto pero no encontraba las palabras adecuadas, por eso salí de mi casa portátil en mano a mi cita con algún postre que estaba tan decido como lo que quería plasmar en ese texto todavía.
Me deje guiar por el obrador del local que me trajo la tarta de manzana que esa tarde me haría de acompañante y musa improvisada, aunque todavía no llegaría su turno.
Al cabo de 15 minutos un capuchino no identificado se auto invitó a mi mesa, cortesía de la camarera del local que decidió que una era un pecado no acompañar esa tarta con algo acorde que le hiciera más llevadera la espera.
Al devolverle la sonrisa y agradecerle el bonito detalle que tuvo, no porque yo sea un adonis ni mucho menos, pero hace unos días la ayude con un tema personal, esa fue su bonita y sutil manera de darme las gracias, entonces me vino tan rápida a la cabeza una reflexión como veloz volvió ella a su trabajo.
Y es que he escuchado tanto del sexo estos días, pero en ese mar de opiniones basadas en las propias experiencias de quien las explica, el sexo nunca ha sabido explicarles a sus jugadores la diferencia entre hacerte el amor y follarte duramente con alevosía. Dos caras de la misma moneda que cambiando el rango o el motivo (que no la superficie donde se practique) de la persona que te puso cachondo, estas follando o haciendo el amor.
Este último se hace en una cama de impecables sábanas blancas, llenas de pétalos de rosa escogidos minuciosamente e incienso relajante de extractos de cosas que no has escuchado en tu vida, pero que tiene veinte tres certificados de calidad de Afrodisiacos S.A., se hace jodidamente despacio, mirándonos a los ojos con cara de idiotas mientras de fondo escuchamos nuestra canción favorita del Pablo Alborán de turno que compuso, sin el saberlo, en exclusiva para vosotros y vuestro momento predestinado, mientras sentís que vuestros cuerpos encajan de la manera más perfecta que existe en un mundo que intenta joderos la vida cada segundo, pero vuestro amor es la luz que necesitabais en vuestras vidas porque estabais incompletos y habéis encontrado otro ser humano igual de disfuncional que vosotros, tortolitos.
El primero en cambio, es duro y muy cerdo, se hace sin contemplaciones ni miramientos, se salivan bien los cuerpos como si pusiéramos barniz en una puerta desgastada por el uso, sin importar el juego previo, enfundándose rápidamente el plástico de los anti futuros problemas y que marca el pollazo de salida para satisfacerse las desmesuradas ganas de estar dos minutos dándole como cajón que no cierra hasta llegar a tu clímax (el de la otra persona te da igual), no sin que antes suene de fondo AC/DC, ella arañe la cama como gata en celo soltando un chillido horrible cuando tú le arrancas dos mechones de su pelo para dar más impulso a tus embestidas en el agujero equivocado y las palabras más cerdas son eyaculadas de nuestras bocas mostrándonos lo guarros, descerebrados e incapaces de amar que somos.
¿Vaya maldito panorama no? Al final después de los tropecientos puntos de vista, sí que puedo dividirlos en dos equipos, la sociedad te impone, tan democráticamente ella, dos opciones, follar o hacer el amor y no permite que este bien visto poder follarme a mi pareja y hacerle el amor a una desconocida. (Ojo, no estoy hablando de infidelidades, no me paséis a la defensiva, no hay nada más cobarde que cometer un acto de infidelidad, pero ese será otro tema para leernos otro día).
Las limitaciones morales obsoletas que arrastramos de generaciones pasadas sumadas a la prostitución mental que hacen las redes sociales en nuestra psique, nos vienen señalando el camino de ideales que tenemos que seguir consumiendo como burros para encajar en este mundo borracho de perversiones que todo el mundo ama cometer, pero nadie se atreve a contarlas o explicarlas por el miedo a que pensara el vecino, mi mejor amiga o la camarera del bar que trajo el capuchino.
Creo firmemente que cualquier hombre puede ser un buen partido, creo rotundamente que cualquier mujer pude ser jodidamente sexi e incluso más pervertida de lo que nos tachan a los hombres si ella misma se lo permite, pero para ello ambos deben quitarse la máscara que te dan en el colegio y romper el cascaron de prejuicios sociales que la envuelve, creo que se puede hacer el amor y follar muy duro, pero también afirmo fervientemente que se pueden hacer las dos a la vez y con quien tú quieras, pero para ello tienes que dejarte llevar por las ganas no por los pies.
ByJG
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