Cuando los teléfonos tenían cable
Se veía tan apetecible para mis dedos como la piel de una mujer recién salida de la ducha, algunas gotas de lluvia se dejaban caer desde el cielo hasta deslizarse entre esos iconos tan estratégicamente colocados, confirmo, físicamente era el teléfono pero con mayúsculas.
Tres rayas de cobertura más tarde nos separaba un zumo de “cosas ricas y sanas” y el erótico dispositivo se pidió un cargador sabor a fresa que resaltaba su pintalabios cuando hablaba. Las notificaciones volaban en una vía de información digital que transportaba risas guiados por los dedos de la chica que venía a juego con el teléfono que no paraba de pasearse por la pantalla disculpándose a cada deslizamiento de dedo índice indecente.
Hasta que se me acabaron los megas.
-¡¿Pero qué haces?! ¡Te has vuelto loco! – normal, teniendo en cuenta que le acaba de meter el maldito móvil dentro del cóctel de fresa.
-No, ya lo estaba antes de conocerte. –dije, aunque en realidad estaba pensando que éramos más libres cuando los malditos teléfonos tenían cable.
-(Pon aquí los insultos más ingeniosos que pueda sacar una chica con nomofobia) –dijo ella mientras seguía explicándome lo equivocado que estaba con todo mientras sacaba el increíble kit de primeros auxilios para su sumergido iPhone y se recordaba a si misma que tenía seguro y que el teléfono era a prueba de polvo, agua, lluvias y meteoritos (bueno, esto último puede que no lo dijera), no recuerdo cuanto rato estuvo verborreando, pero en un punto pude intervenir.
-Parecías una chica maravillosa, de esas que vale la pena conocer, buena conversa, divertida, ingeniosa, y resulta que en el rato largo que llevamos de charla no he podido disfrutar de esa mirada tan bonita que tienes porque tus ojos están leyendo las notificaciones que le envía tu móvil a tu autoestima.
-¡Increíble! ¡Me tiras el iPhone dentro de mi cóctel! ¿Y encima me dices que no tengo autoestima? – La verdad es que sí que tiene unos ojos preciosos.
-Y que posiblemente estos meses atrás te hayas perdido dos amores de tu vida, cuatro buenos polvos y un posible cabreo con uno de los primeros, pero en fin, ojala algún día tengas las ganas y el respeto que sientes por tu teléfono con alguien -en este punto me levante dispuesto a irme, ella me siguió incrédula de que me fuera a ir así.
Lo bueno es que había dejado el teléfono por primera vez en cinco minutos desde que empezó la cita, lo malo, es que me lleve un “like” en la mejilla izquierda (tan bien ejecutado como merecido supongo).
ByJB
Descubre más desde By Jack Gable
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.